23 Ago 2023
Inteligencia Artificial y Libros Antiguos
Queridas lectoras y queridos lectores, ¡el silencio de este blog ha durado demasiado!
Desde la última vez que hablamos, ha corrido mucha agua bajo el puente (a pesar de la actual sequía en Europa). Sí, los dramáticos días de confinamiento sanitario han quedado atrás, y El amor a los libros en tiempos de Covid-19, una sección de este blog diseñada para hacer mi aislamiento (y el vuestro) menos doloroso, es ya un viejo recuerdo. Pero también está el frenesí sin par del mundo moderno, que sustituye rápidamente una angustia por otra y que, después de haber hecho sonar la campana en los cuatro puntos cardinales, ya ha pasado a otras muchas cosas.
"Tempus fugit". Uno se pregunta si es el tiempo el que huye , o si no somos más bien nosotros.
Mientras hablo, es la llamada "Inteligencia Artificial" (IA) la que está de actualidad. La más famosa de ellas, cuyo nombre ligeramente robótico parece temerse que llegue a ser tan inmortal como el de Platón, Shakespeare o Einstein, acaba de ser declarada persona non grata en Italia, tras haber sido prohibida en cuatro países bien conocidos por su incomparable papel de Sospechosos Habituales en la política internacional: China, Corea del Norte, Irán y Rusia. Hay que reconocer a Italia su valentía, rayana en la temeridad, al unirse a semejante compañía. Pero no es la única preocupada por el avance de la inteligencia artificial en nuestras democracias. Casi al mismo tiempo, algunos multimillonarios conocidos y menos conocidos acaban de firmar una petición en la que piden una "suspensión temporal" de los avances de la inteligencia artificial, por considerar que amenazaría el equilibrio del mundo. Parece mentira que estos señores hayan podido participar en la avalancha de tecnologías que han revolucionado nuestras vidas (y no siempre para mejor) en los últimos treinta años.
Este blog no pretende ser un foro militante, y espero que aquellos de ustedes que tengan una percepción diferente de lo que digo en el párrafo anterior me perdonen por no poder ser su paladín en este tema. Afortunadamente, mi propósito no es polemizar: más bien quería abordar una cuestión sobre la que tengo algo más de experiencia: la del lugar de la inteligencia artificial en nuestro mundo de bibliófilos.
La historia de la ciencia bibliográfica es la de un lento florecimiento, que ha permitido pasar de una lista casi indiscriminada de libros a la elaboración de repertorios extremadamente bien documentados que cubren, de manera más o menos específica, mil aspectos de los libros antiguos y raros. Autores, temas, lugares y fechas de impresión, talleres de impresión, tiradas y papeles, ilustradores, traductores, encuadernaciones, procedencias, etc. La lista es larga, tan vasto es el universo del libro impreso desde su origen.
Por ejemplo, ¿conoce el National Union Catalogue? Se trata de un extraordinario proyecto editorial que recoge todos los libros impresos antes de 1956 que se encuentran en las bibliotecas de conservación públicas y universitarias de Estados Unidos. Recuerdo cuando lo consultábamos en la librería utilizando un voluminoso y prehistórico lector de microfichas que reproducía íntegramente los setecientos cincuenta y cuatro volúmenes en folio de la edición impresa.
La tecnología de la información ha supuesto una contribución inestimable a este esfuerzo benedictino por clasificar los libros. Hoy, gracias al desarrollo de Internet, no sólo podemos consultar muchos catálogos colectivos nacionales, que ofrecen una perspectiva más amplia que el National Union Catalogue, sino que a menudo podemos buscar en el contenido de los propios libros. Y ahora la llegada de la inteligencia artificial está ampliando exponencialmente las posibilidades de la informática, aportando avances muy significativos a estas herramientas de búsqueda.
En efecto, el reconocimiento de caracteres, la detección de patrones lingüísticos complejos y el barajado de cantidades gigantescas de información permiten ahora hacer descubrimientos sensacionales que habrían sido imposibles hace sólo unos años.
Hace dos meses se anunció que una obra de teatro manuscrita y anónima conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid se atribuía al gran dramaturgo español Lope de Vega. Este resultado se obtuvo con la ayuda de varias herramientas de inteligencia artificial, que fueron capaces de descifrar el manuscrito y compararlo con su base de datos de modelos lingüísticos.
A mi humilde nivel, sólo puedo congratularme de que el conocimiento de los libros antiguos y raros adquiera nuevas dimensiones que abren nuevas puertas. ¿Qué pueden reprochar a esto los detractores de la inteligencia artificial? Por mi parte, me da mucha pena pensar que con nuestras herramientas bibliográficas convencionales este manuscrito de Lope de Vega seguiría durmiendo, ignorado por todos, en el fondo de un trastero.
Tengo una pequeña anécdota personal sobre este tema.
Hace unos meses, el Syndicat de la Librairie Ancienne et Moderne me honró con un "retrato de librero". Me invitaron a describir mi trayectoria profesional y mis aspiraciones en el apasionante mundo de las librerías de libros raros, así que dediqué el primer párrafo a evocar mi vida con los libros antiguos "desde la infancia".
Los libros antiguos forman parte de mi vida desde la infancia. Aunque mis padres fundaron inicialmente una librería en París en 1969, poco después decidieron dirigirla desde casa, lo que llenó nuestras sucesivas casas (mis padres se mudaron varias veces) de encuadernaciones antiguas, folletos, legajos de documentos y manuscritos de todo tipo. Esto no me convirtió en bibliófilo en pantalones cortos, pues primero fui lector y mi curiosidad por los libros antiguos no se despertó hasta la edad adulta, pero su presencia silenciosa a mi lado desde una edad temprana tuvo el efecto de establecer una especie de familiaridad natural entre nosotros. Continuar mi vida entre libros no fue ni una elección ni una vocación, sino más bien lo que yo llamaría "una forma de ser".
¿Qué tiene esto que ver con la inteligencia artificial? Pues aquí lo tienen:
Hace poco, Google me avisó de que una obra antigua conservada en la Bibliothèque Municipale de Lyon aparecía asociada a mi nombre en los registros de Google Books. Como saben, esta poderosa empresa se ha comprometido a digitalizar un gran número de libros conservados en colecciones públicas de todo el mundo, poniendo su contenido a disposición del público. Gracias a una tecnología muy avanzada de reconocimiento de caracteres, también es capaz de indexar el contenido de estos libros, e incluso las inscripciones manuscritas que contienen.
La foto que se muestra a continuación fue sacada de Google Books, que detectó mi firma en una de las guardas de este libro. ¿Adivinó la inteligencia artificial de Google Books que yo solamente era un niño cuando escribí mi nombre a lápiz en este libro antiguo? ¿Tiene imaginación? ¿Puede verme? Sentado en el suelo, sacando la lengua y escribiendo mi nombre en un libro antiguo que había "cogido prestado" a mis padres (¡sacrilegio!), un libro antiguo que mis padres venderían más tarde, ignorantes de mi fechoría, a la Bibliothèque Municipale de Lyon. Su conservador de entonces, el Sr. Parguez, era uno de sus clientes más fieles... ¿Puede la inteligencia artificial contar una historia así? No puedo evitar dudarlo.
Lo que puedo decirles sin dudarlo un solo segundo, en cualquier caso, (parafraseando a Guillaumet rescatado de los Andes, para los que hayan leído a Saint-Ex), es que la emoción que sentí al descubrir estas líneas torpemente escritas... ninguna máquina podrá sentirla jamás.
Y no puedo evitar sonreír al pensar que a mis cincuenta y dos años, después de más de treinta en el comercio del libro y miles de libros raros cuyos caminos han pasado por mis manos, Google Books sólo me asocia con un sólo libro antiguo, ¡aquel en el que escribí mi nombre cuando apenas tenía cinco años! Qué ironía...
¿Y tú? ¿Qué opinas de la inteligencia artificial y los libros antiguos?
Unos enlaces :
Lope de Vega
El retrato de librero del Slam
El libro de la Biblioteca de Lyon digitalizado en Google Books